Afrentas a la masculinidad
Los contenidos de género se metieron en los medios masivos de comunicación, la industria del entertainment, y hasta en la política misma con temáticas que abordan los desafíos de las mujeres actuales, a veces también de la comunidad LGBT. Curiosamente, no de los hombres, señalados, acusados a veces, más no comprendidos con las problemáticas que les afectan.
Nota: La lectura de este ensayo se recomienda para personas mayores de 16 años.
El llamado de la naturaleza
Tres años de edad tenía cuando descubrí esta caricatura que me fascina desde entonces. Desconozco su autor, me gustaría saberlo. Este genial chiste gráfico exhibe con elocuencia la atención con que las mujeres residen en el pensamiento masculino.
Los mecanismos de las hembras para elegir el macho para la cópula son muy simples de explicar desde la biología; estas van a optar siempre por el más fuerte; aquellos más capaces de buscar alimento y un hábitat seguro. Luego están las habilidades particulares que pertenecen a cada especie. “Bailando con los pájaros” es un delicioso documental de Netflix narrado por Stephen Fry, brillantemente filmado en en los ecosistemas naturales de Papúa Nueva Guinea, que muestra todas las estrategias que estas exóticas aves realizan para ser elegidos por las hembras de mayor potencial reproductivo, a quienes les muestran su fascinante plumaje, los sensuales movimientos de sus bailes, así también como la defensa de su espacio y/o la búsqueda del más apetecible alimento ante sus competidores. El objetivo es claro: ganar la pulseada de la selección sexual. La premisa tanto en machos como hembras es la misma, perpetuar la reproducción de su especie.
Patrones como los de estas aves bailarinas, también operan en los seres humanos a la hora del encuentro, las personas también están definidas por la biología, aunque atravesadas, por supuesto, por aquello que las distingue de los animales: la razón.
Selección artificial
Las elecciones de los hombres a la hora de buscar mujeres están también dominadas por el sexo. Como los animales, los machos buscan también a esas hembras de mayor potencial reproductivo; los atributos físicos de las mujeres. Esto es simplemente, naturaleza. Independientemente de que quieran tener hijos, o se abstengan de hacerlo, esto va a primar en su elección.
Las preferencias sexuales también son importantes en las mujeres. Hoy más que nunca, vivimos en una cultura hipersexualizada desde la sociedad del consumo; el sexo vende. Pero aún esta conexión con el deseo sexual suele estar supeditada por las condiciones económicas de los hombres que eligen. Esa es la gran diferencia entre las elecciones de hombres y mujeres. Jordan B. Peterson lo explica en su soberbio “12 reglas para la vida”, las mujeres buscan hombres de una mayor posición económica y status que ellas, no de tal manera los hombres; más proclives a aceptar mujeres de inferior posición económica y status que ellos.
Por lo cual, más allá de las características físicas de los hombres, compatibilidades de personalidad, capacidades y talentos que operan en la pulsión sexual, es el dinero que tienen el factor dominante en las elecciones de las mujeres. Esto trasciende niveles socio-económicos, regionales y culturales, es el resultado de un mundo materialista donde prima el deseo de poseer, por sobre la voluntad de ser.
Hombres y mujeres han tenido históricamente, más que una necesaria educación sentimental, adoctrinamientos completamente diferentes en la transición de la juventud a la adultez con el desarrollo sexual, por parte de sus padres y madres. Las madres han sido por lo general, quienes han aconsejado a sus hijos que busquen buenas compañeras, respondiendo a ese ideal en tensión actual ante los profundos cambios sociales y culturales desde el siglo pasado con el ingreso de la mujer al mercado laboral, el rol de madre, lógicamente, con la figura de la mujer cuidadora del hogar. A su vez, las hijas el mandato que han recibido de sus madres es el de buscarse “un buen partido”. Esto pesa enormemente en la psiquis individual y colectiva de hombres y mujeres, herencia cultural que subsiste en la actualidad.
Difícilmente podamos llamarle a esto, orden social. Y a quienes se les hace más pesado ese mandato cultural es a los hombres. Hay muchísimo dolor, sufrimiento y frustración por parte de los hombres que no logran cumplir con el rol de “hombre protector”. En las mujeres se evidencia una mayor rebeldía a aquél antiguo mandato del “rol maternal”, esto está muy presente en las expresiones feministas contemporáneas, aunque siga prevaleciendo en ellas la búsqueda de ese hombre benefactor. Freud fue el primero en advertir que los hombres buscan esa figura maternal en las mujeres de la contención, como también muchas de ellas anhelan volver a sentir la protección paternal en los hombres que escogen. Más allá de estos ideales, la resultante de esta marcada búsqueda de deseos suele ser: la insatisfacción.
¿Qué lugar hay para el verdadero amor, la felicidad, en relaciones e intentos de, que responden a intereses tanto sexuales como económicos?
Y por cierto, son los hombres los que en mayor o menor medida, han sabido adaptarse más rápidamente a los tiempos actuales; siendo cada vez más común que cocinen, hagan las compras, limpien la casa, y el cambio más significativo antropológicamente hablando, que es el del padre que colabora con la crianza de los hijos, rol que por milenios han llevado adelante las mujeres. Por el contrario, hay una gran renuencia por parte de las mujeres a colaborar ellas económicamente con la función benefactora que continúa siendo una pesada carga para los hombres, pese al mandato de ganarse el pan con el sudor de la frente, que no distingue de géneros.
Es de entender con este panorama, que cada vez menos personas quieran comprometerse, y aún menos, casarse, con el aumento de los divorcios de quienes sí lo hacen, mayormente entre las clases sociales más acomodadas. Somos la primera generación en la historia de la humanidad que vio a sus padres separarse, tal vez los tuyos, los de tu mejor amigo, tus tíos, el divorcio recién fue aceptado legalmente a fines de la década del ‘70, siendo reconocido socialmente a partir de los años ‘80. Así películas insípidas actuales, como “Historia de un matrimonio”, anunciada una y otra vez en Netflix con dos de los actores del momento, muestra la naturalización de la separación para esta insoportable insistencia millenial de mercado; Adam Diver junto a Scarlett Johanson, se re quieren, son muy compatibles, niño pequeño de por medio y… se divorcian. El soft power de Hollywood con sus mensajes que hoy muestra Netflix, el servicio de streaming de películas y series devenido en objeto de deseo para el consumo de masas global.
Transgredidos estos roles históricos sostenidos durante tanto, tanto tiempo, existe actualmente una demanda egoica de satisfacción determinada por el deseo. 2021 y el vacío sigue siendo existencial para la humanidad. El placer que se busca una y otra vez, es inconducente, sirve habitualmente al capitalismo.
¿No es acaso demasiado, pedirle a los hombres (por no decir exigirles), en este contexto adverso, que tienen además que “deconstruirse”? Todo esto ha creado hombres que parecieran ser más vulnerables que antes, y lo peor de todo: inseguros. La valentía, la seguridad emocional, son condiciones inherentes de la masculinidad que los hombres deben trabajar en sí mismos, aspectos que sin duda también les hacen muy bien a las mujeres, a quienes les cuesta más desarrollar estas habilidades personales.
Amistades en riesgo
En este mundo líquido, las dinámicas de los encuentros se han acelerado, volviendo a aparecer en la actualidad las conductas sexuales promiscuas que aparecen cíclicamente a lo largo de la historia de la humanidad.
Hay en esto una influencia evidente de la tecnología; la pornografía se ha aceptado muchísimo socialmente siendo más accesible que nunca para todos los estratos de la sociedad, buena parte del tráfico de Internet está movilizado por el acceso a sitios de videos XXX.
Actualmente las mujeres les demandan orgasmos a los hombres con quienes mantienen relaciones sexuales, algo que en mayor medida está influenciado por el rendimiento que muestran los actores de la industria de los videos porno, habituados al consumo de la droga de sildenafilo en pastillas como Viagra, las cuales producen serias alteraciones nerviosas y otras contraindicaciones para la salud de los hombres. Hasta el tamaño del pene de los hombres es juzgado por ellas muchas veces también por lo que acostumbran a ver en la pornografía. Ellos a su vez pretenden de sus partenaires, conductas sexuales propias de la misoginia que impera también en estas producciones audiovisuales. Otra vez, lo que se espera que sea un encuentro íntimo, produce también muchísimo desencuentro y animadversión.
La fantasía sexual que genera esto, tarde o temprano, es la de querer hacer simplemente, el amor con alguien.
Otro de los vínculos humanos donde se están generando también numerosos conflictos a partir de estas conductas, es en las amistades, con el deseo de la“experimentación sexual” que algunas personas eligen. Aquello que antes perteneciera a las clases altas, hoy se traslada a las clases medias, y en menor medida también a las bajas, lejos estas dos últimas de alcanzar el “lifestyle” de aquellas más acomodadas, adoptan sus vicios más económicos, importados por lo general de aquellas naciones liberales del Primer Mundo.
Y tal como hablé de greenwashing en mi ensayo anterior, ahora reflexiono en torno al “pinkwashing”. La homosexualidad que antes se condenaba públicamente, y era fundamentalmente circunscripta a ámbitos privados de minorías, pasó a ser absorbida como fenómeno mediático en la televisión. Primero los gays como rareza en la tele, luego los transexuales, y así, el uso, y abuso por parte de la industria del entretenimiento de ellos, sus luchas, sus derechos, y una aceptación social que terminaron explotando finalmente, hasta los gobiernos en su discurso políticamente correcto y complaciente con el electorado. De manera similar al greenwashing con el que compañías y gobiernos muchas veces pretenden lavar su imagen con una apariencia de cuidado del ambiente, el pinkwashing lo emplean a fin de mostrar una preocupación por las personas, haciendo lo que algunos han denominado, marketing con los derechos humanos.
La transgresión sexual de la amistad es un fenómeno crítico que lleva pocos años y está causando estragos. Pensemos sobre el impacto cultural de la idea del “amigo con derecho a roce” que los programas de chimentos como los de la televisión argentina impusieron hace unos años entre las risas de sus conductores.
El cuerpo, se sabe, es una frontera. Así tantas veces se lo han hecho saber las mujeres a los hombres. De ahí la notoriedad, también mediática, cabe decirlo, que tienen los casos de abuso sexual en los que se señalan las conductas inapropiadas de los hombres a las mujeres que hoy más que nunca, llaman la atención sobre un consentiemiento que no puede franquearse
Hay amistades ahora que terminan por parte de las manifestaciones sexuales de alguno de los integrantes del grupo de amigos o amigas. Un simple gesto de amistad, o compañerismo, el abrazo fraterno de un amigo, una caricia, puede ser interpretado como insinuación sexual, especialmente en una virtualidad llena de corazones en redes sociales, donde a menudo uno solo de ellos, dos o tres y ya surge el inmediato rechazo de normalmente, mujeres, o a veces exactamente lo opuesto especialmente en los hombres. Otra vez, patrones biológicos determinando conductas sociales.
Se sabe que a los hombres las demostraciones afectivas les cuestan más, de acuerdo a su naturaleza racional. Esto que antes les sucedía a las mujeres por parte de los hombres, hoy en día les pasa también a los hombres con sus amistades, y también a ellas por parte de algunas de sus amigas. Es hora de decir, que esta liberalización sexual que algunas personas asumen, está generando numerosos casos de abusos, innecesarios conflictos.
Uno de los principales motivos de que esto esté sucediendo, es la elección de una difusa bisexualidad que hoy en día pretende aggiornarse con conceptos actuales provenientes de los autores intelectuales de la literatura de género, en base a categorías nuevas desconocidas para la mayoría de la sociedad a la hora de vincularse, como la de “no cis” (reconocerse en una negación), con la que plantean relacionarse “abiertamente” tanto con hombres como mujeres. La simple normalidad de la mayor parte de las personas, este proceso humano sostenido a lo largo del tiempo, mezcla de biología y cultura, hoy se critica con otras categorizaciones actuales como la de “heteronormatividad”, que inicialmente concebida en pos de la aceptación de las identidades de género asumidas por las personas, ha terminado empleándose para denostar a la heterosexualidad misma.
En resumen, estos hombres actuales exigidos a las performances sexuales de los actores empastillados del porno, dubitativos algunos sobre su identidad sexual, temerosos otros hasta de sus propios amigos por no aceptar sencillamente aquello que no eligen para su vida, enfrentan también amenazas que laceran aún más aquellos pilares de la hombría que en lugar de encontrar estímulos sociales y culturales que los fortalezcan, profundizan las vulnerabilidades y las inseguridades de los hombres, en especial de los jóvenes (quienes se están formando tanto afectiva como sexualmente), encontrándose tantas veces y lamentablemente, conflictuados. Una masculinidad en crisis, que debemos, rescatar.
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